Posteado por: joseandresgallego | 07/06/2011

DE LA OTRA MEMORIA

El que suscribe es español, historiador de profesión. Y, en virtud de esas dos circunstancias -la de español e historiador-, lleva años escuchando relatos muy distintos de las barbaridades que se hicieron en la guerra civil de 1936-1939. Estoy seguro de que más de un lector -que no sea español- dirá que es eso mismo lo que le ocurre a él, solo que referido a las atrocidades que se cometieron en su propio país y en tales años. Pues bien, ya tienen algo que advertirme en el blog que indico abajo, si creen que lo que voy a plantearles vale la pena también para sus países. Será la manera de ayudarme a «alimentar» la sección que, con este título («De la otra memoria»), ha comenzado a recorrer el mundo gracias a la agencia de noticias Zenit, donde se han publicado estas líneas y espero que se publiquen las que sigan, con ayuda de ustedes.

Somos pocos los españoles de mi generación -la de posguerra- que no han oído en casa, desde niños, relatos del calvario que le tocó sufrir a su familia. La verdad es que hubo españoles que pensaron que ese calvario –el de los suyos- fue algo tan indignante y tan indigno que optaron por callar y no hablaron jamás de la guerra a sus hijos. Pero hasta ese silencio no pudo ser más elocuente y el resultado fue que esos otros españoles de mi generación -los que no oyeron nada en casa- se formaron, seguramente, la misma idea que nos formamos los demás: la de que todo aquello fue horrible.

El silencio no resolvía las cosas. Hubo padres y madres que -hasta con su silencio- pudieron inculcar sentimientos de odio o de revancha entre sus propios hijos (muchas veces, sin pretenderlo). Otros hubo, por el contrario, que -conscientemente o no- suscitaron la idea contraria: la de que ese horror que nos relataban -traducido en hechos concretos- no debe repetirse jamás y hay que vivir de modo –y convivir- que eso sea así: que nunca vuelva a suceder.

Pues bien, este historiador -cuando no lo era-, de niño y, luego, de muchacho, tuvo la suerte de formarse en una familia que no le escatimó los relatos del sufrimiento que les tocó vivir, pero lo hicieron de tal modo que lo que le inculcaron -como si lo grabaran con un hierro candente- es que todo eso sirve como recuerdo permanente de lo que jamás se ha de repetir, para lo cual -claro está- no importan tanto las palabras como la forma de vivir de cada cual.

Es posible -no sé- que esa formación infantil me indujera a hacerme preguntas cuando empecé a oír otros calvarios a otros españoles. Fueron muchas esas preguntas, pero la que hace al caso es ésta: en casi todos los calvarios -de izquierdas y derechas, dicho coloquialmente- se mezcla de forma un tanto extraña el bien y el mal. El narrador relata casi siempre un calvario. Pero, al detallarlo, se pueden observar retazos de bondad que paliaron aquel horror, o, al menos, lo intentaron –aunque fracasaran- y, en más de una ocasión consiguieron impedirlo. Recuerdo, por ejemplo, que, en mi pueblo -una pequeña ciudad aragonesa-, quien sacó de la cárcel -dónde podía pasarles cualquier cosa- a dos hermanas de una familia de comerciantes apodada Los Zamoranos fue su hermano, que pidió auxilio para ello a los jefes del batallón en que se había alistado para escurrir el bulto y evitar que fuera él el encarcelado y, previsiblemente, el fusilado. Era obvio que esos jefes y compañeros de
armas -que, con seguridad, no eran tontos- debieron comprender que aquél mocetón pensaba, en realidad, como los del bando enemigo. Por lo menos, estaba claro que lo hacían sus hermanas. Por eso, justamente, las habían encarcelado. Y, sin embargo, no indagaron sobre las verdaderas ideas de su compañero, si no que recorrieron con él los cien kilómetros que distaban de Zaragoza para poner a salvo -y en su casa, sin necesidad de esconderse- a esas dos personas.

Luego, el hermano se pasó a las filas de los suyo (o sea, en términos militares, desertó); en realidad, era cosa de coherencia. Y tampoco hubo represalia alguna contra sus hermanas.

Desde que me di cuenta de que estas historias son tan ciertas (e históricamente eficaces) como las del horror, he repetido donde me han querido oír que los historiadores –y toda persona cabal- tiene que explicar la historia no sólo por el mal, sino también por el bien que se ha hecho. Y es esa otra historia de la guerra civil española la que querría traer a estas páginas y, sobre todo, a las de Zenit. Con su ayuda. Si no, supera por completo mis fuerzas. Así que lo primero que he hecho es abrir un blog, que es el que va debajo de la firma. Conozco historias suficientes para probar lo que digo. Pero sería importante que las contásemos todos. Zenit nos ha abierto la posibilidad de que hablemos de ello.

José ANDRES-GALLEGO

blog: joseandresgallego.wordpress.com
www.joseandresgallego.com


Respuestas

  1. Como idea general, la de ver la historia por los actos de bondad (también) me parece positivo y aplicable a la reciente historia de mi país, la Argentina. No comparto en absoluto la idea del «nunca mas» (menos en un historiador que de eso debe saber algo) Quedo ansioso a la espera de las nuevas entregas. Pese a no ser español, mi primer recuerdo de infancia (soy nacido en el 34) es una enfermera llenando en la sala de mi casa una gran canasta con dos tapas con remedios que mi padre médico enviaba a España. Ella hincada y yo parado me puso algo en el pecho. Era el yugo y las flechas. Desde entonces he seguido con pasión la historia de la guerra civil, que mucho influyó en la política de mi patria.

    • Gracias, Jorge. Querrá creer que mi padre era argentino, hijo de españoles, siempre se sintió argentino y español (vino a los nueve años) y no tuvo ninjgún problema de «identidad». Le agradezco mucho lo que me cuenta. Si no le parece mal, haré uso de ello, con o sin su nombre, como prefiera.
      Gracias de nuevo,
      jag

  2. Estimado Sr.
    He recibido su correo y creo estar ahora en el lugar adecuado para hacerle partícipe de los recuerdos que de manera oral he recibido de mis padres, tíos, abuelos, vecinos…
    Canarias vivió en la retaguardia de la contienda, así es que la situación en la que se vio inmersa nuestra gente estuvo marcada por ese hecho y por la condición insular. Se acentuó el aislamiento y se alcanzaron en algunos años cotas muy elevadas de represión. Afloró la venganza y de otra parte la valentía y el esfuerzo por hacer valer la certeza de que se había entrado en una espiral de violencia que se alejaba vertiginosamente del mensaje de amor que nos regala Jesús.
    Le prometo ir desgranando casos concretos para ponerle en situaciión, partiendo de esos recuerdos, pues creo que documentación historica no le falta para describir lo que aquí lamentablemente acontencio en aquellos años.
    Puede contar con mi modesta colaboración

    • Querido amigo: Gracias de antemano. Solo le pido que, sin ocultar lo malo, se esfuerce en recordar lo que, sin duda, algunos hicieron para evitar o mitigar o mejorar esa situación. Se lo agradezco de antemano.
      Un saludo muy cordial,
      jag

  3. Para los que -gracias a Dios- no hemos vivido en guerra ni en los sufrimientos posteriores a ella, la visión que proporcionas de ambos lados es singular y muy bonita. Gracias,

  4. This surely makes perfect sense to anyone!!!


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